Un ladrón extraterrestre

27.03.2015 19:25

Un ladrón extraterrestre

 

 

Nadie notó su nerviosismo mientras cruzaba impaciente el ancho de la avenida. Luego de ponerse la máscara, entró por la puerta corrediza que daba a Luiz León. Caminó por los pasillos que se abrían paso entre un gran montón de libros, mientras las personas se tiraban al suelo intimidadas por su presencia, arrastrándose para no ser llevadas de rehén. Dispuso su arma simulada son sus dedos debajo de su agujereada remera gris y amenazó al cajero. Inmediatamente pensó que quería adueñarse de la recaudación, pero notó que se ponía más áspero cuando acercaba los manojos de dólares a su bolsa negra. Rápidamente señaló hacia los libros.

- Todos los que entren- le dijo, sin olvidar el del Quijote de la Mancha.

Apurado, el joven cajero entregó todo los libros requeridos y, con cierto recelo, por último, el del Quijote. Le dijo que se tirara de bruces al piso, con las manos sujetando su cabeza, que si miraba hacia donde se dirigía dispararía contra él. Mientras tanto corrió hacia la puerta de salida. Un héroe se interpuso de frente, con su mano abierta como diciendo detente.

- Puedes llevarte todo, pero menos ese libro- dispuso.

- Si te llevas el Quijote, has de cuentas que te robas mi corazón.

El extraño intruso no se detuvo, empujó hacia un costado a aquel caballero andante y se mezcló entre la gente que caminaba por las veredas, hasta perderse su rastro en la multitud.

El FBI no tardó en llegar al lugar. Ninguno de los testigos se atrevió a hablar de aquel sujeto. Muchos pensaron en lo extraño de este tipo. Robarse un libro por estos años equivaldría a hurtar una pala para trabajar a pulmón. 

Más tarde, una llamada anónima comunicaba el hallazgo de uno de los tomos robados cerca del callejón de los pobres. Allí concurrió la policía. Las huellas dactilares y negras sobre las páginas eran testimonios fidedignos. Aquella noche la policía rodeó el callejón junto a personal especializado del ejército. Por el altoparlante se escuchaba decirle:

- entréguese ahora mismo, o deberemos actuar de otra forma menos educada.

Sobre la noche había algo de niebla, en un tacho se animaba una fogata que hacía de lámpara a aquel humilde rincón. En aquel vértice se encontraba el nido del perseguido. Los libros habían sido utilizados para guarecerse del frío. Cuan cómodo lucía aquel lugar pintado de letras de todo tipo de musas. Sobre el banquito de una de las tapas se encontraba el linyera, vestido en harapos de valla a saber que generación, cuya barba tocaba su pecho, su pelo grisáceo estaba tan tupido que era imposible dilucidar sobre su rostro, los dedos de sus pies estaban descalzos y sucios, sus uñas amarillentas eran tan largas como garras. Y ante una sonrisa de de bufón con escasos dientes, con los ojos titilantes entre la oscuridad, se escuchó a lo lejos:

- Para llevarse el Quijote de la Mancha de mi casa, deberán derribar mi castillo y matarme si fuera esa su razón antes que nada, soportaré cualquier tortura menos ese agudo atropello a mi persona. Estoy dispuesto a dar mi vida por esta ínsula de oro. Se escucharon los disparos percutiendo en una tapa de lata que hacía de escudo, los vecinos veían las chispas acontecer allá en los balcones, hasta que el techo de la sabiduría se derrumbó sobre su resistente cuerpo, no existió trampa mejor para caer prisionero. Lograron apresarlo, pero dicen que en la celda, aun está leyendo ese libro y quien quiera sacárselo perecerá por su pluma.

FIN