Remedio casero

05.12.2013 11:08

Historia inspirada en el poema antirracísmo del escritor  Laab Akaakad

 

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Remedio casero

 

Aparecido fue el deán entre luces de esmeraldas, como un galeote entre las agujas sumergidas del tiempo. Y al impeler su voz ante impávidos oídos, desbaratados en los vaivenes existentes, pronunció con espíritu creacionista:

_que sea el hombre único, con su propia cáscara, aunque las raíces lo fijen a una misma tierra mágica. Siendo dicho esto, también sea en él un alma, singular a todas las almas, y ante la pluralidad marginal de algún indigno pensamiento, brinde el cosmos la maravillosa enseñanza para su posterior crecimiento.

Luego de que la luz perforara el amanecer, se desvaneció entre las cortinas de nubes del horizonte.

Así nacieron los hombres -Homo sapiens-, que a su vez sembraron a otras razas- casi Homo- que poblaron las generaciones futuras del dichoso intelecto.

 Cuando la humanidad ya fue inmensa, los de cáscara blanca no soportaban a los de cáscara negra, por lo cual, sin respetar sus derechos, los sometieron a la esclavitud perpetua.

Durante años y años sirvieron a los blancos, ante todo y cada uno de los caprichos mundanos. Hasta que un valioso día les cayó la enfermedad de los cielos, como trompada del juego viviente, asolando durante días y noches de manera letal a las muchedumbres, sin distinciones, como chuzas de fuego ardiente.

Curiosamente los negros, tenían en su sangre los genes de un ángel, por lo cual fueron inmunes a la plaga desoladora.

Los de cáscara oscura, tenidos por feos, desvalidos e inferiores ante el impropio y diminuto coeficiente de la raza blanca, jamás olvidaron sus raíces. Recordando que en el alma es inexistente la hipótesis de impares, conviviendo en sus laderas pares cicatrices.

Así que cuidaron de los otros hasta su recuperación, durante días sirvieron, tal cual habían sido sometidos, pero ante todo, y esta vez, por las leyes del amor, un amor puro y desinteresado.

Pasado un largo y espléndido tiempo, los blancos recobraron la salud, gracias a los negros. Algo en su ser se dejaba apreciar en su rostros sonrientes y plenos, algo que había cambiado para siempre. Fue esa dicha de saber que si el mundo fuera de algún color en particular, su existencia hubiera expirado.

Entonces, el destino- sabio anciano y escuela- dio lugar a una seguidilla de años, conquistando el principio de un nuevo despertar. Una humanidad sin colores distintivos, mientras, entre la lluvia de luces divergentes, al cielo reposaba un arco iris, gama de la fundición de un solo tono.  

 

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