Martina la de buen corazón
Martina la de buen corazón
“No es importante que pases hambre, de hecho no debes pasarla ni mucho menos morir por dar, lo importante es entregar el corazón, brindarlo al prójimo con amor, muchas veces una sonrisa o una palabra basta para iluminar, pueden ser tan valiosas como para resucitar un alma marchita de tristeza”
Una señora que salía de la iglesia tomó el dinero que le restaba para solventar sus gastos y lo depositó en la gorra de un niño precario, que se encontraba pidiendo limosnas a las afueras. Sabía que su gran actitud no solo lo ayudaría a alimentarse aquel indigente, sino que además lo haría feliz ni que fuera por un súbito momento. Luego de su actitud solidaría y después de ver la sonrisa tan tierna del chiquillo, se retiró a su hogar. Al llegar a su humilde rancho, confeccionado con barro a la antigua usanza oró por un mundo mejor y el final de la pobreza. Ya era de noche, y sin haber comido un solo bocado de alimento a lo largo de todo ese día, se recostó sobre el colchón de tierra mientras con una desgastada cobija se aislaba del frío. No le importó sentir el hambre, ni mucho menos morir por ella. Sabía que Dios dispondría de lo necesario. Al día siguiente despertó muy temprano con los tres golpes que alguien propiciaba sobre la humilde puerta. Cuando se acercó a abrir para ver quien insistía en verle, no pudo apreciar la presencia de nadie, solo había un rastro de plumas intensamente blancas y fosforescentes de camino hacia el portón de entrada, junto a un agradable perfume de jazmín y rosas. Solo habían dejado una canasta llena de lo indispensable para que ella pudiera sobrevivir hasta su cobranza. En su manija había un papiro plegado en círculos, atado con un hilo dorado el cual estaba lacrado con un bellísimo moño, y en cuya nota decía: querida Martina, tu Padre del cielo te agradece lo que has hecho por aquel niño. Si supieras cuanta hambre he pasado haciendo ese papel, no te imaginarías cuantos cruzaron de largo haciéndose los ciegos. Gracias a ti he comido. Muchas veces los hombres se olvidan que detrás de cada necesidad está Jesús presente, golpeando a tu puerta. Me has recibido en gracia, con fe y solidaridad en tu corazón. Por eso he multiplicado los panes para ti. Ya nos encontraremos. Luego de las líneas se encontraba la firma de Jesús. No importa que es lo que das, sino el amor que me has dado. A veces alcanza una sonrisa para resucitar un alma triste, y eso tiene un valor insuperable. Martina sintió en su corazón una extraordinaria luz transformadora que le iluminaba el rostro. Un milagro de Dios había sucedido.
Fin