Maravillas del amor

18.03.2015 18:58

  Maravillas del amor

 

   Hacía ya mucho tiempo que dos almas de la Tierra habían perdido la ilusión en el amor, aunque afortunadamente Dios había creado un ángel especial para esas ocasiones. San Valentín estaba cansado de tener que prestar atención a sus crecientes tristezas, por lo cual se vio ante el deber y el derecho de actuar prontamente. Así que indujo misteriosamente a aquel hombre y aquella mujer al mismo parque. Mientras ambos caminaban observando los pajaritos sobre los florecidos ramajes, por detrás del rosedal que se encontraba a la izquierda de las víctimas, partió, heroica y rutilante la primera flecha hacia el corazón. Hubo una luciente explosión de brillantinas en el aire que no llegó a ser percibida por sus sentidos. Inminentemente en una distracción se chocaron de frente. La mujer cayó con el cuerpo al cielo sobre el verdoso césped, mientras él, solo retrocedió espontáneamente de dos a tres pasos.

- Dios mío, lo siento mucho señorita, disculpe esta ofensa de mi distracción- dijo el apuesto joven, mientras extendía su mano para levantar a la dama.

Ella murió en el reflejo de sus ojos. Un magnetismo intenso hizo que prestara su mano y aceptara la cortesía del muchacho.

- Creo que ambos íbamos distraídos, vaya a saber en que sueño- confesó la dama, aceptando su disculpa, a la vez que se disculpaba.

- Y dime ¿cómo te llamas?- pregunto ella

- Sebastián señorita y usted seguro que por nombre es perla- asintió el muchacho mientras ella se sonrojaba y sonreía delicadamente. Ya había cosquillas en su corazón, y las pupilas de los dos eran astros titilantes.

- Me llamo dulce- contestó suavemente, quizá con cierta timidez.

- Dulce, como la mora es dulce, dulce como la miel o el amanecer en una rosa- piropeo el joven a la dama.

- Dulce como mi mismísima dulzura señorito- contestó mientras reía.

- Es usted como una mariposa encendida cuando ríe por si no lo sabía,

- esas no son más que mentiras de novato- dijo ella

- se equivoca, es una verdad irrefutable de un profesional acaramelado- afirmó él.

- Usted es un halago en alma viva, digo, por si acaso- contestó, a modo que escondía sus ojos de su mirada, casi con su corazón- contestó ella.

Una sonrisa emergió desde el centro de su ser más oculto, uno sonrisa que pudo enamorarla tan prontamente fue invocada a salir. Por lo cual el joven, invitó a esa apuesta mujer a sentarse sobre uno de los bancos, que rozaban un encantador lago donde los cisnes se unían en corazones.

- Si ahora usted me permite, yo le leería esta canción que hace tiempo le he escrito a una doncella, solo sintiéndole y sin saberle mía. En algo así como inspiración platónica.

- Me hace sentir especial, Sebastián- dice ella.

- Es que su corazón, por cierto, lo amerita- contesta.

Luego de las palabras cruzadas, sacó de su bolsillo un papel arrugado, en el cual se contaban unos tres dobles consecutivos. Las aves afinaban su rima alrededor, entre los árboles. Y todo enamoraba, y todo era ilógico mientras caía la noche.

- No valla usted a burlarse señorita, lo que aquí profesa es un canto alado- asintió el joven.

- Jamás, ni pensarlo señorito- dice la dama.

Ella colocó un gesto de extrañeza al ver su caligrafía, que por cierto le resultó desprolija e ilegible, pero por otro lado solo cerró sus ojos y se dedico a escuchar y a sentir.

La mano derecha del muchacho fue a su corazón, San Valentín secretamente tocaba un instrumento celestial por detrás de los arbustos y en mágica estela los versos escaparon de su voz desafinada:

 

Entraré como un hado por tus sueños

plantaré en tus ojos todos mis recuerdos

y dejaré una rosa junto a un poema y la pasión

que escriba en tu alma las luces del corazón.

 

Golpearé a tu puerta

la dejarás abierta

volaré en tus ojos hasta el corazón

y sellaré en tu alma nuestro amor.

 

Vagaré buscando mi princesa

yo seré en tu beso un príncipe azul

mostraré ante ti todas mis destrezas

abrigaré tus labios y serás mi luz.

 

 

Golpearé a tu puerta

la dejarás abierta

volaré en tus ojos hasta el corazón

 y sellaré en tu alma nuestro amor.

 

Ella no demostró descontento a pesar de los visibles horrores ortográficos del texto o la voz de perico que entonaba el canto, solo aplaudió luego que terminara, mientras unas lágrimas le recorrían la mejilla. Quizás ni era una canción, pero si un hermoso canto del espíritu.

El solo encontró una forma de abrigarla. Tomó su rostro y la beso, como se besa a una princesa de cuentos de hadas, sujeto a la pasión.

El amor había caminado con su historia sobre sus espíritus, los dos estaban hipnóticamente enamorados. Ante la llegada de la noche Sebastián debió acompañar a Dulce hasta su hogar, sujetándose por su cintura, al resplandor de la luna llena. Luego, lo que sucediera solo lo supo Dios, fue otra parte del mismo hechizo. Pero seguro fue para siempre.

San Valentín se dio por satisfecho así que subió al cielo. Mientras cruzaba el portal se escuchó desde una luz inigualable la voz del mismo Dios que le decía:

- Aunque no esperaba menos de ti, estoy orgulloso de mi hijo, que ha hecho del amor un hermoso jardín sobre el desierto.

FIN