Lección del cielo: El arrepentimiento

15.04.2016 02:09

En otros tiempos no muy lejanos de esta época, un solitario vagabundo transitaba por las calles de una ciudad sin nombre. Por la luz que continuamente iluminaba el poblado, cualquiera hubiera pensado que se apodaba Ciudad del Faro. Ningún pueblerino de aquel lugar podía perderse ni de noche ni de día, pues de alguna manera con luna o con sol, sus habitantes visualizaban correctamente su camino. Aquel hombre que arribaba recientemente de otras latitudes, ya pasado de copas, se recostó para sostenerse contra un árbol, cuyas ramas se erguían sonoras entre la brisa hacia el mismo cielo.  En determinado momento en que se debatía en el oficio de un equilibrista, vio que entre medio de un precioso jardín de rosas se encontraba una cruz de madera y, sobre ella misma, Cristo crucificado.  Como el ebrio no era creyente ni mucho menos cristiano, se acercó hacia la cruz y mirando a Jesús en su acostumbrada postura le dijo:
- Tú eres una fábula de hombre. El mundo sufre mientras Tú sigues ahí postrado como si no te importaran los hijos de esta tierra. Allá de donde vengo muchos hombres mueren, pasan hambre y son explotados por distintos avatares.  
En ese momento Jesús, que se encontraba en la imagen de su pasión, levantó su cabeza y mirando fija y hondamente a los ojos de aquel hombre, contestó:
- Lo que tienes de largo en la lengua lo tienes de brevedad en tu alma. Pobre y frío es tu corazón hijo mío. Yo soy el alfa y el omega, el que ha sufrido por amor y por la justa causa de salvar al mundo. El hecho de que la humanidad sufra no es por causa del Padre sino por la desobediencia de los hijos.  Quien ha leído el testamento de mi Biblia no ha encontrado rastros que lo lleven a odiarse. Pues Yo he sido el que dijo Amaos los unos a los otros como así mismo. El mundo se encuentra plagado de avaros y egoístas y esa es la causa total de sus miserias. Yo he venido con el amor y la palabra santa entre mis brazos para obsequiarla gratuitamente y hombres como tú, tan residuales y pequeños han intentado venderme como fábula. Benditos los llamados a la casa del Señor y pobre de aquellos que han intentado ultrajarlo.
Pero el ebrio, que estaba completamente ciego de espíritu no se asustó siquiera y le respondió:
- Cállate ya.
-Hombres ciegos deben ser purgados, por eso tu castigo será padecer la cárcel- dijo Jesús
- ¿Y qué puede enseñar la prisión a un hombre?- dijo el vago
- lo que de a simple vista ahora careces plenamente para pasar por las puertas del edén y estar frente al Rey. Respeto, temor y arrepentimiento.
Entonces el borracho tumbó la cruz del Señor y apareció la patrulla que lo arrestó por los desmanes. Nadie creyó su historia en el calabozo, pero no tardó en hallar y comprender la importancia del arrepentimiento de sus actos y por sobre todas las cosas el respeto y el temor a Dios.
“Cuantas veces han agraviado a mi amoroso corazón y cuantas otras les he impuesto sobre ellas mi divino perdón. Yo soy Jesús, la luz del mundo, y no he venido a perder a mis hijos sino a ganarlos para así elevarlos a las alturas de mi reinado. Felices los que me sigan e iluminados sean los perdidos, mi amor abrirá todas las puertas, dominará todas las llaves y convertirá la totalidad de sus almas” Amen.
Autor: Iluminado