El rey avaro
El rey avaro y el maestro
Un día llegó el rey proveniente de las altas montañas a la precaria covacha del maestro e imponiéndose delante de él con gestos de desencanto y apatía le dijo:
-Es que tú no piensas hacer reverencias a la presencia de tu rey.
Y el maestro sin contestar guardó silencio, hasta que habló:
-¿qué es lo que trae al rey hasta la choza de este pobre anciano?
- A pesar de que has pisoteado a tu rey, te diré a lo que he venido-contestó el monarca. Verás, según me ha dicho mi mago de confianza, para ser ciertamente el más rico de esta tierra debería yo conocer y apropiarme de la humildad. Siendo que de ella jamás he tenido la menor noticia y, sabiendo por otras lenguas que usted la ha contemplado, es que me he rebajado para que me la enseñe cara a cara.
-La humildad es demasiado difícil para un hombre, y más para un rey-Contestó el maestro.
-Esas son patrañas, estoy dispuesto a todo para demostrarle que éste rey es capaz de doblegar a la humildad- contradijo el Zar.
El maestro sonrió y dijo:
-Entonces coloque esa corona sobre mi cabeza y regale todo lo que posee en su reino. Arrodíllese ante su pueblo que le ha engordado su barriga trabajando de sol a sol. Comprenda que debajo de estos cielos nadie es el rey. Basta que mire estas libélulas, para entender que son todas semejantes.
- Entonces el rey cayó de rodillas al lado de su camello y por primera vez lloró desconsolado por su pobreza.
Fin
Autor: Iluminado