El amor sorprende cada día más
El amor sorprende cada día más
El calor era tan asfixiante que los renacuajos tomaban un refresco debajo de las sombrillas, por tal motivo llevaba aquella dama de buen porte un paraguas para resguardarse de los rayos puercoespín. Tenía tanta ilusión por favorecer el milagro, que a pesar de que eran horas de siesta se allegaba hasta la capilla San Antonio. Una vez en el lugar entró por las viejas puertas de roble con vitrales angelicales y se dispuso entre el silencio y la sombra de rodillas como una devota delante de la imagen de su Santo. Entonces, aprovechando la soledad le habló sin resquemores:
- ¿Qué es lo que te pasa Antonio, llevo un año pidiéndote novio y vos no me das ni la hora?- preguntó, mientras se abanicaba el rostro, con una ofuscada mirada sobre la víctima. Como no halló respuesta agregó:
- Por si lo has olvidado voy a detallarte todos los requisitos que te pido. Quiero un hombre de clase A, con la billetera gorda, galán, romántico, que sepa tejer, bordar, barrer y, lo más importante que esté dispuesto a pintarme las uñas. Además debe ser de ojos azules como el mar o como el cielo- y quebrando la muñeca femeninamente prosiguió- aunque podríamos negociar unos apuestos ojos verdes. Quiero un hombre que tenga una Ferrari y me saque a pasear por Paris, que me lleve a la playa y se arrodille ante mí, que me bese los pies y me diga a sus órdenes mi reina. No es para tanto lo que te pido Antonio, media pila, no te cuesta nada ser bueno conmigo.
A continuación un rayo cayó desde la cúpula y la imagen se llenó de vida ante los ojos de lechuza que puso la dama. Bajando su cabeza hacia la mujer, con las palmas juntas moviéndose hacia adelante y hacia atrás, no siendo ajeno contestó Antonio:
- Qué tanto apuro mujer. Mira. Por empezar, mago no soy, y me estás pidiendo que haga magia. Déjame ver como podría complacerte así te vas contenta a casa y me dejas dormir la siesta decentemente.
Entonces Antonio metió su mano dentro de una galera carmesí y revolvió y revolvió. Batió y removió al punto que pudo contestarle.
- Esto me costó varias palomas y varios conejos mujer. Desafortunadamente no tengo exactamente lo que me pides. Sabes cuántas pasaron antes que vos. Tantos rubios y con plata no tengo para regalar. Pero, señorita, para que no ande diciendo que no le cumplo y eso si a usted le place, me estaría quedando un pitufo de raza, azul rubí, sin plata y con precaria fama, pero qué príncipe le ofrezco, si supiera el amor, los besos que le va dar este enano, le aseguro que no lo cambiaría por nada de este mundo. Si lo quiere me avisa, esto una re ganga. E inevitablemente la mujer corrió como corre la gente en las películas de horror, dejando uno de sus zapatos olvidados, enganchando su vestido, lanzando el abanico por los aires. Por más de que era cautelosa y no dejaba huellas su pretendiente tendría la pista para hallar a su prometida.
Autor: Iluminado