El alma de la paz
El alma de la paz
La paz tiene los ojos de un niño
la querella de un diablo,
la mirada de un ángel.
Su cuerpo es santo, si,
esta hecho de cielo enfurecido y calmo.
Tiene el corazón lleno de misterio
con sus alas enraizándose al corazón del mundo.
La paz es invisible, pero a la vez tan árbol
que pareciese reverdecer al alto,
agitarse como bandera triunfal en los brazos del viento.
La paz lleva el camino transparente,
las pupilas de un ángel en las palmas de Dios.
Es como una mujer noble y sustanciosa
un ser que nace para prodigar la vida.
Su preámbulo, astro rey en al alba,
asoma su rastro cada vez que la luz es lenguaje.
Luego la paz tiene huesos de hombres,
y tiene tierras, las tierras del mundo,
y tiene átomos, esbeltas células,
perímetros, geometrías, geografías del amor indescifrable.
Si, el alma de la paz es el amor,
aquel señor constituido de palomas blancas
aquel fénix de artesanal armadura,
si, verdad, grandiosa verdad,
el himno de la paz es el amor
ese mismo sol que alumbra la cara oscura del orbe,
el que se hace amigo,
ese hermano sin sangre, ese bastón sin filo.
El espíritu de la paz,
la voluntad, sus extensiones,
todo es amor en alquimia.
¡Oh señora!,
¡oh señor de fuego claro y alma!,
misericordia, piedad,
paz y amor juntaos de la mano
en el verbo de un santo poema,
y los dos sean sublimes almas gemelas
que como un bastión os ampare
y como unas lisonjas barran las guerras del cosmos.
Que no habrá unión más perfecta
que aquella que se acontece entre dos infinidades.